Playa

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3 de octubre de 2012

Somos


A quien le importa el sistema, me pregunto yo, ¿Acaso merece la pena preocuparse por él?, es inviable, pero además indestructible, por lo tanto únicamente aceptable, alimentado por nuestra dependencia, por nuestra atención, viven de nuestro consumo, de las necesidades que se inventan para nosotros, de nuestro miedo, de nuestra soledad, y sobre todo de nuestro individualismo.
Pero la realidad es que nada, absolutamente nada de todo eso, es tan poderoso como nuestra propia naturaleza. Nosotros, el pueblo, el ciudadano, el esclavo, el animal, nosotros, estamos a años luz de su corrupción, de su avaricia, de su frialdad, pero estamos a un palmo de la tierra, de los sentimientos, del calor, y de las personas.
Somos mamíferos, o acaso se nos ha olvidado que a nosotros nos pare y nos amamanta una hembra, somos la especie emocional del planeta, nos hallamos en el privilegio de la empatía y de la inteligencia emocional, aquello que vive y se reproduce a millones de kilómetros de los mercados, las sucursales, la corrupción y el sistema.
Somos humanidad, somos comprensión, somos canciones, somos recuerdos, somos personas, somos amor, somos momentos, somos vida, esa es nuestra naturaleza, ni cifras como ya nos quisieron numerar los nazis, ni somos religión como muchos creyentes se empeñan, no somos votantes, ni políticos, ni democracias, ni dictaduras, ni repúblicas, no somos mercado, ni moneda de cambio, somos seres vivos, avatares, tribu, una especie imperfecta capaz de armonizar en este perfecto ecosistema llamado mundo.
Somos la cúspide de las especies pero no por nuestro poder, ni por nuestro tamaño, ni por nuestra fuerza, lo somos por las emociones, por los sentimientos, por la inteligencia emocional, por la capacidad de comprender y compartir, de aprender y enseñar, de razonar y evolucionar, esa es nuestra naturaleza, ese es nuestro poder, siempre lo ha sido, lejos del Euribor, cerca del árbol, lejos de la economía, cerca del trueque, lejos del íbex, cerca del arado, lejos de la abundancia, cerca del huerto, cerca de los animales, del gato, del perro, de su compañía.
No somos los cuidadores del planeta, ni los dueños de sus animales, somos uno más de ellos, un visitante, un superviviente, un ser privilegiado, capacitado como ningún otro, para mejorar la mezcla de la mejor manera. No somos gerentes de zoos, ni dueños de mascotas exóticas, somos el mono que se asombra con el loro, el ser que teme al tigre, somos el miedo a los reptiles, la advertencia de una cascabel, la alerta de las orejas de una liebre, somos el brillo de los ojos de un felino, somos la lanza, somos la flecha, somos la caza, somos la piel, somos cuevas, somos pinturas, somos historia.
Por eso a mí, ya no me verás en ninguna manifestación de seres irracionales en contra de este sistema, ni leyendo la parte del periódico sobre la prima de riesgo y el mercado de valores, no me verás preocupado por mi hipoteca, ni inmolándome en nombre de ninguna religión, no me verás votando a ningún ilusionista, ni predicando la política de un estafador.
Pero es probable que me veas abrazando a un amigo, enamorado perdidamente de esa mujer, llorando a lagrima tendida con esta película, o cerrando los ojos con una canción, podrás encontrarme corriendo por placer, moviendo mi cuerpo, experimentando, alimentando mi mente, me verás gritando, enfadado, sonriendo, alegre, me verás triste, me verás nervioso, me verás seguro, me verás raudo o relajado, pero te aseguro, que por encima de todo, jamás me veras inerte.
Esto se apaga, este sistema, este modo de vida, esta forma de sociedad, y si la naturaleza tiene la misericordia de concedernos una segunda oportunidad, yo, conozco un lugar al que llamarle hogar, un lugar donde vivir, unos recuerdos que me lleven allí y personas con las que es un placer compartir… ¿Y tú, que tienes? 

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