Playa

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11 de febrero de 2011

Calor de medio día

Me siento en el banco de los lunes al sol, cerrando los ojos y dejando que me toque su calor, estoy charlando con mi soledad, compartiendo uno de esos ratitos de tranquilidad.

Le pido su opinión, le digo que me cuente lo que desde fuera puede describir, y me responde “Hace 22 años que enamoré de ti, que pretendes que pueda decir, si soy tan egoísta que te quiero solo para mí”.

Bajo la cabeza, mientras me escandila la luz del medio día, y media sonrisa se escapa por mi mejilla, siempre preguntando aunque conozca la respuesta, tengo la manía de que me digan la verdad con una mirada directa.

Charlamos y comentamos de los motivos por los que vivir, y como no, en la conversación tienes que salir, hablamos de la canción del carnaval que habla de tu calle, y que un día me paso por el tuenti la hache, pronto cambiamos de conversación, antes de que por tu culpa se despierte de nuevo mi corazón.

Siento como se me calientan los vaqueros, y por la marcas de la camiseta voy notando el moreno, es la hora de la cervecita, u8n domingo de resaca y buenas gafitas.

Estoy tranquilo y orgullosos, estar ene l camino me hace sentí poderoso, no tengo compañía ni buena ni mala, no me apetecen brujas con aspecto de hadas, no es el tiempo de ellas, porque es mi tiempo, corriendo y estudiando es donde ahora me encuentro.

Pero se cruza una morenita con flequillo en la frente, y vuelvo a recordar a esa poderosa que es tan diferente. Parece que oigo su “clac clac” en el oído, yo es que frente a su ingenio soy un hombre perdido, la soledad me recuerda lo que no supe aprovechar, pero como dice mi amigo Pedro “Más palante hay más”.

Que rico es un domingo en la plaza del cerro, a esa hora no se aguantan gilipoyas ni perros, es el día para almorzar con la familia, el día que no te sientes un bala perdida, casi se te pasa por la mente lo que tienes que hacer el lunes, pero aun me queda toda la tarde y ese pensamiento no dejo que me abrume.

Es un ratito de aquellos que solemos juntar para ser felices, en el que merece la pena que se pongan morenas nuestras cicatrices, un par de sonrisas, de gracias y de recuerdos de la noche pasada, sentir que la vida son un par de caladas.

Imposible notar la complejidad de los problemas, es un día por el que vivir merece la pena, en el que te sientes libre y no una abeja más de la colmena, una charla con tu amigo de toda la vida, o salir a que de la vueltecita en la plaza tu hijo o tu hija.

La solución para cuando crees que tu vida esta perdida, es dejar que el sol te caliente un domingo al medio día, y si eres el colmo de la alegría, acompáñalo de buena gente y cerveza fría.

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